Usar la “rueda de aromas” cuando degustamos un vino es de grandísma ayuda para identificar olores porque nos permite traer a la parte consciente del cerebro información que está, digamos, dormida. Esta rueda es una manera práctica y simple de ir aprendiendo qué buscar cuando, copa en mano, queremos apreciar lo que un vino nos brinda en materia organoléptica. La rueda es ni más ni menos que una forma de ordenar los aromas por familias: aromas frutales, vegetales, minerales, fermentativos, especiados, etc. Luego, dentro de cada familia especifica un poco más, por ejemplo: dentro de la familia de aromas frutales, están las frutas tropicales (melón, piña, maracuyá, lichi, guayaba) y también indica que esos aromas corresponden a vinos blancos. Hay muchas versiones de la rueda de aromas, adjuntamos aquí dos de ellas. La primera es más clásica y políticamente correcta, la segunda incluye olores desagradables que, cierto es, pueden aparecer en el vino como por ejemplo: cartón mojado, pescado, huevo podrido. Sin dudas esta rueda es más divertida.

